Chefchauen, el amanecer azul
Moisés nos comentó que Chauen era un buen sitio para comenzar el viaje. Efectivamente, el azul de la ciudad nos encantó.
En algún foro leímos el relato de una pareja que había madrugado para pasear por la ciudad, y posteriormente desayunaron zumo de naranja. Y en una explosión de originalidad, lo clavamos. Pero efectivamente captamos el encanto de las primeras horas del día.
Subimos por callejuelas hacia la parte más alta. Nos impresionaron los callejones azules, del mismo modo que a la gente que vivía allí les impresionaba vernos hacer fotos hasta al detalle más absurdo de una pared. Nuestro aspecto no distaba del europeo más guiri. Pero qué más da, lo importante es que disfrutamos el paseo, las fotos, y los gatos que encontramos en el camino. Por cierto, no sé qué les pasa con los gatos, pero son dueños y señores de medio Marruecos.
Desde lo alto guardo una de las estampas más tiernas del viaje. La ladera de casas azules con la luz temprana de la mañana. Al fondo los niños jugando al fútbol. Y al lado un perro que nos observaba rodeado de pis y basura por todas partes. Pero puedo asegurar que todo tenía encanto.
En el hostal donde dormimos coincidimos con un motero español. Por lo visto esperaría a sus colegas durante una semana en esta ciudad. Sin duda es la cuna del hachís en Marruecos, y es habitual encontrar a gente disfrutando de unas vacaciones colocadas. Días más tarde nos enteramos que hay una carretera por ahí cerca que tienen muy controlada porque hay campos de marihuana vigilados que se ven desde la carretera.