Rila, el pueblo amigo de España
Bulgaria ha sido uno de los países más especiales que hemos visitados y el que nos hizo adentrarnos en la parte más enriquecedora del viaje, la de comenzar a conocer gente. Al final la experiencia lo es todo, e interactuar con los habitantes de un sitio te permite profundizar mucho más en la realidad del país.
En la montaña de Rila se encuentra el monasterio más famoso de Bulgaria. Pero antes hay que cruzar el pueblo que lleva el mismo nombre. Estábamos en ello cuando dos chicos nos pararon al ver nuestra matrícula de España. En un momento nos encontramos en medio de Bulgaria hablando español después de casi un mes hablándolo sólo entre nosotros. Nos fuimos a ver el monasterio y quedamos en tomarnos algo juntos más tarde.
El monasterio es una pasada, realmente impresionante. De esos lugares que transmiten respeto nada más entrar en ellos. Visita muy recomendable si vas a Bulgaria ;)
Una vez visto el monasterio, nos pasamos por la tienda de Vladimir para charlar un rato. Nos contó que él y su hermano estuvieron viviendo en Pamplona 10 y 14 años respectivamente. Y con la crisis tuvieron que volver a Bulgaria. Al parecer más de mil personas de este pueblo (de 2000 habitantes) emigraron a Pamplona y ahora están teniendo que volver, así que mucha gente nos saludaba en español. Es curioso estar en un pueblo donde el 50% habla perfectamente español. No sólo eso, sino que además tienen acento, nos decían que aparcásemos “la motico”.
Nos sentimos como en casa, el trato fue muy cariñoso. Tuvimos la oportunidad de compartir historias y nos enseñaron un poco cómo es Bulgaria. Al día siguiente nos echaron una mano a solucionar el tema de las defensas, con la última semana de lluvia se nos habían oxidado por completo y tenían un aspecto lamentable. Así que pintamos las defensas y después nos fuimos a hacer una ruta que nos recomendó Vladimir. Una subida llena de curvas que nos dejó en lo alto de la montaña. Una vez allí arriba, no pudimos parar de hacer fotos entre el paisaje que teníamos enfrente y el vapor que salía del suelo que le daba un aspecto mágico a la zona. Este tipo de rutas no vienen en las guías, es por eso que conocer a gente de la zona ayuda mucho.
La subida dura algo más de una hora, pero las vistas lo merecen. Eso sí, en invierno tiene que ser imposible. A nosotros ya nos costó porque encontramos bastantes charcos y en lo alto nieve.
De vuelta nos despedimos de Vladimir y su hermano, con quienes seguimos en contacto. Justo antes de irnos apareció Georgi un amigo de Vladimir que nos dijo que si íbamos a Bansko no dudáramos en pasarnos por Motorhead, un bar de rock que lleva un motero amigo suyo.
Nos llevamos un recuerdo muy bonito de Rila, tanto de la gente que se porto de maravilla con nosotros como del lugar y los paisajes.