La llegada a Teherán
Tras tres días de ruta por el Kurdistán iraní ya estábamos de camino a Teherán. Nos quedaban por delante algo más de 5 horas siempre que no nos pillase mucho tapón.
A unos 30 km de Zanyán la moto empezó hacer cosas raras. En el cuadro de mandos se encendía la luz del ABS y después se apagó por completo, hasta que finalmente se paró la moto. No podíamos creer que nos estuviese dejando tirados a 500 km de Teherán. Esperamos un rato a ver si la moto volvía a arrancar, y así fue, parecía que todo estaba bien. Hicimos un par de kilómetros y nuevamente lo mismo. El resto del grupo había continuado pensando que nos habíamos detenido a hacer fotos. A Daniel y Eva que estaban más atrás les pudimos avisar de que algo no iba bien. La segunda vez que paramos empezamos a desmontar la moto estudiando que podía ser lo que estaba fallando.
Nuestro punto flojo es la mecánica, pero empezamos a conocer a nuestra moto y esto nos olía a alternador quemado. En mitad de la nada con una moto de 250 kg que no anda, a ver como salíamos de está. Pero se juntaron varios factores a nuestro favor que nos pusieron las cosas más fáciles:
- Estábamos en grupo, siempre da más seguridad sentirte apoyado.
- Daniel habla persa, siempre ayuda hablar el idioma del lugar
- ¡¡Estábamos en Irán!! Y aunque nos han creado una imagen negativa sobre este país, la verdad es que la gente es muy amable y enseguida paró gente a echarnos una mano. Si incluso nos invitaron a bollos mientras estábamos ahí tirados :D
En cuanto tomamos la decisión de que teníamos que llevar la moto a Teherán para que la arreglasen, apareció una pick-up dispuesta a llevarnos. 5 horas de viaje, eso nos saldría muyyyy caro. Tras negociarlo Daniel y un chico que se había parado a ayudarnos, nos llevaría por unos 50€.
Con el lío de subir la moto a la furgoneta, que unas cosas iban en el coche de Eva y que el resto del grupo llevaba más de una hora esperándonos en alguna gasolinera de Zanyán, al final Javi se fue sólo en el pick-up y yo en el coche de Eva. En el primer momento nos pareció lo más lógico por la falta de espacio, pero una vez que empezamos a hacer kilómetros y cada uno se perdió en la carretera, nos dimos cuenta de que no había sido muy buena idea separarnos. Sin forma de comunicarnos, yendo a una ciudad que no conocíamos, Javi con los dos pasaportes y yo con las llaves de la moto. Por suerte Eva tenía el número de teléfono del chico y pude hablar un par de veces con Javi y decirle que todo iba bien y viceversa.
7 horas de camino dan para mucho. Por un lado estaban las motos, por otro Javi en la pick-up y por otro Eva y yo en el 4x4. Nos íbamos comunicando por teléfono para ver dónde teníamos que coincidir en Teherán. Ya nos había comentado Daniel que nos esperaría un comité de bienvenida ¡¡con la prensa!! Una locura, pero al parecer en Teherán sólo tienen permitido conducir motos mayores de 250cc dos veces al año y ésta sería una tercera para dar la bienvenida a la familia alemana. Así que se había formado un gran evento para recibirnos.
Por el camino la Ducati Monster también se rompió, a 20 kilómetros de Teherán con el tapón de entrada ya no pudo más. Ya en la ruta del Kurdistán se había quejado un par de veces, porque aunque la gasolina es muy barata en Irán también es de muy baja calidad (78 octanos) y esto hizo sufrir mucho a la Ducati. Eso sí, tanto la moto como su conductora fueron unas luchadoras hasta el final, esa moto la vimos pasar por caminos de tierra que hasta a nuestra moto le costaba.
Javi por otro lado también estaba teniendo su aventura personal. La policía les había parado y les había puesto una multa, todavía sigue sin estar muy claro por qué pero fue un momento tenso en el que les desviaron a un lado apartado. Y también a mitad de camino la furgoneta empezó a echar un líquido del motor obligándoles a parar.
Pero al final todos nos juntamos donde nos esperaba el comité de bienvenida, dos motos en pick-up y el resto por su cuenta. Fotos y presentaciones por todas partes y algo de comer, que no nos venía nada mal.
Allí Javi pudo hablar con los mecánicos del circuito de carreras que se ofrecieron a arreglarnos la moto. Así que después de todo el lío nos fuimos con ellos a dejar las dos motos.
Llegamos a las mil a la casa de Daniel y Annette donde nos permitirían alojaron las siguientes dos semanas. Después de todo lo ocurrido en el día nos dimos cuenta de que tuvimos mucha suerte, un cúmulo de coincidencias hizo que una situación que podría haber sido complicada se convirtiera en una situación más del viaje en la que como otras veces, aparece gente de la nada y todo se soluciona.