6 días en Kuala Lumpur
Llegamos a Kuala Lumpur seis días antes de que nuestro avión saliese hacia Australia. El plan consistía básicamente en dejar la moto en un taller para que la limpiasen a fondo, solucionar el envío de la moto, visitar Kuala Lumpur y hasta entraba en los planes un día de relax. Qué bonito sonaba todo… Incluso habíamos creado un calendario con cada tarea. Pero se fue a la porra nada más llegar, en cuanto pusimos un pie en el taller donde nos iban a limpiar la moto nos dimos cuenta de que las reglas del juego no las marcábamos nosotros :D
Por teléfono no habíamos conseguido aclarar el precio de la limpieza de la moto con los del taller, simplemente nos habían dicho que fuéramos allí y que no nos preocupásemos de nada. Y lo cierto es que no nos tuvimos que preocupar del precio porque era gratis, con un pequeño detalle… ¡¡Teníamos que limpiar nosotros la moto!! Es cierto que con el viaje hemos aprendido algo de mecánica a la fuerza, pero no somos ningunos expertos. Así que limpiar la moto para pasar la cuarentena australiana era todo un reto. Por un lado estábamos muy contentos porque habíamos contado que limpiarla nos saldría por unos 150€, y en esos momentos nos suponía mucho dinero, pero por otro lado nos rompía nuestros calendario de tareas (después del sufrimiento que supuso limpiar la moto los hubiéramos pagado gustosamente, jejeje). Hicimos un nuevo plan rápido:
- Día 1: Limpieza de la moto y vigésima llamada a la empresa de transporte para aclarar envió (lo de venid con la moto y aquí lo organizamos sonaba raro).
- Día 2: Limpieza de la moto
- Día 3: Fiesta en Malasia, últimos preparativos para el envío.
- Día 4: Llevar la moto al aeropuerto.
- Día 5: Visita Kuala Lumpur.
- Día 6: Preparar todo para el vuelo.
Con este calendario y muy decididos, empezamos el día uno a limpiar la moto. Pronto nos dimos cuenta que eso era un verdadero infierno. Tuvimos que desmontar la moto entera. En más de una ocasión el mecánico del sitio nos vino a explicar por dónde continuar desmontando o cómo se debía hacer.
Con la compañía de transporte habíamos reservado el día 6 para que la moto fuese en el avión y si perdíamos el vuelo teníamos que esperar una semana, lo que suponía cambiar la fecha de inicio de las clases (el Visado de Estudiante te obliga a tener un curso) y perder los billetes de avión. El problema residía en que nos pillaba una fiesta nacional de Malasia y un domingo que cerraba el taller. Lo que parecían cinco días largos y tranquilos de preparación se convirtieron en tres cortos y agobiantes. A todo esto, se nos unió un resfriado tremendo y una visita inesperada de unos amigos tailandeses, que aunque nos hacía mucha ilusión, no sabíamos cómo encajarla.
Cuando llegó el día 2 por la tarde la moto estaba totalmente desmontada. Teníamos que volver el día 4 a montarla y llevarla al aeropuerto para la entrega.
Por otro lado se había sumado una nueva preocupación a nuestro envió, el aeropuerto de cargo estaba a 60 km del taller y el monzón de Malasia no perdona… Dos días y medio limpiando la moto para que después en el camino cayese una de esas lluvias torrenciales y te dejase la moto igual de sucia que hacia dos días. Se presentaba complejo, pero no imposible.
Conseguimos terminar de montar la moto el día 4 (sí, sobraron un par de tornillos. Peso que quitamos de la moto… ejem) pero no nos dio tiempo a llevarla al aeropuerto. Justo cuando íbamos a salir comenzaron a caer cuatro gotas y en cinco minutos estaba el día como se ve en la foto superior. Tuvimos que dejarla al lado del hotel en un soportal cubierta como pudimos para que no se manchase. Al día siguiente la llevaríamos al aeropuerto, porque aunque era domingo la compañía de cargo estaba abierta y nos podían tramitar todo. A todo esto no habíamos conseguido acordar ningún precio, todo el tiempo nos decían que hasta que no estuviese la moto no lo podían saber porque era necesario pesarla (este proceso lo dejamos para el siguiente post).
Cuando nos levantamos el día cinco, ¡¡no llovía!!! Había un tímido sol entre las nubes que nos dio la esperanza de que todo iba a salir bien y la moto llegaría impecable. El tiempo no nos traicionó pero la moto… debía estar cabreada por tocarle las narices esos tres días ;P El caso es que cuando nos pusimos de camino al aeropuerto, empezó a calarse cada vez que embragábamos. ¡¡Y nos quedaban 60 km por autopista!! Recorrer un kilómetro era una proeza. En cada semáforo había que revolucionar constantemente la moto porque cuando se dejaba de hacer, la moto se calaba.
De nuevo surgieron esas sensaciones que se nos han repetido durante el viaje: última hora, en el peor momento, moto rota. Desesperados volvimos al hotel como pudimos y empezamos hacer llamadas y buscar por internet compañías de transporte que nos llevasen la moto al aeropuerto, pero era domingo. Después de un buen rato de buscar y con la ayuda de amigos, dimos con una compañía de transporte que nos llevaría la moto. En media hora se plantó una pick-up con dos muchachos muy jóvenes para llevarnos. En cuanto vimos el vehículo les dijimos “Ahí no entra la moto”. Un espació minúsculo, pero sí entró. Yo pensaba que por el camino íbamos a perder la moto, jejeje. Pero todo fue bien ¡¡Y no nos llovió!! Se puso a llover justo cuando metimos la moto en aeropuerto para embalarla.
Ahora quedaba volver a Kuala Lumpur. Los días intensos son intensos hasta el final, así que no había taxi, y sólo existía un autobús que recogía a los trabajadores del aeropuerto de cargo. El plan de vuelta consistía en colarnos en el autobús de los trabajadores, pero cuando estábamos esperando en la carretera, aparcó un coche con una familia, y por suerte un chico nos llevó al aeropuerto internacional donde sí había transporte público. Como ‘detalle’, mencionar que aunque no dijo nada al principio, eso le suponía hacer bastantes kilómetros en dirección contraria de su casa, donde realmente se dirigía, sólo para dejar a dos desconocidos en el aeropuerto internacional. Esto es lo que hizo que se nos borrase todo el día y volviésemos a Kuala Lumpur con un sentimiento buenísimo a pesar de la lluvia que nos pilló y las más de dos horas de camino.
No pudimos ver Kuala Lumpur cómo nos hubiese gustado. Sólo tuvimos un día libre y fue para buscar una maleta donde meter todo el equipo de moto y de camping. Seis días de locura, pero la moto estaba en el avión :) No teníamos ni idea de cómo íbamos a sacarla del aeropuerto una vez llegásemos a Australia, ya que la moto no andaba. Pero eso sería un problema con el que ya lidiaríamos unos días después.
Por la noche te tumbas en la cama, cierras los ojos, y te das cuenta de que tu vida vuelve a cambiar. Nuevo continente, incertidumbre total, muchas emociones dentro y un resfriado que nos tenía destrozados. Pero eso sí, habíamos entregado la moto a tiempo, no perdíamos los billetes de avión, y lo mejor: ¡¡¡¡¡Nos íbamos a Australia!!!!!