Recuerdos de la casa compartida
Durante nuestro viaje hemos dormido en muchos lugares diferentes, más de una vez hemos contado nuestras experiencias en el blog. Lo que nunca nos imaginamos es que en los primeros seis meses en Australia fuésemos a tener una de las experiencias más intensas de todo el viaje en este aspecto.
La primera semana nos centramos en la moto, así que sólo dedicamos el fin de semana a buscar alojamiento. La primera casa que encontramos era una especie de residencia de estudiantes de 18 años, buscábamos un sitio más tranquilo. El siguiente sitio que visitamos era una casa compartida con los propietarios y supuestamente cinco personas más, eso es lo que nos dijeron. Pero lo que sobre todo nos convenció era que la moto no se quedará en la calle, así que nos decidimos por el segundo, pagamos el bond (fianza) y el mismo domingo entramos a vivir ahí, justo para comenzar el curso de inglés al día siguiente.
Durante los primeros días en la casa ya nos sorprendieron algunas cosas, como que el propietario nos preguntase si nos gustaba las películas de ciencia ficción (¿qué tipo de pregunta es esa?) o que la palabra iglesia se oyese bastante a menudo por la casa, o más aún que los propietarios nos invitase insistentemente a las reuniones de su iglesia; ¿a quién le apetece el plan de ir a cenar a la iglesia de los propietarios de la casa que alquilas? Así que educadamente les comentábamos que no nos apetecía asistir a sus reuniones, en las que curiosamente participaba la mayor parte de los inquilinos de la casa.
Aunque las invitaciones del propietario eran un tanto raras, la verdad es que nos daba un poco igual, cada uno seguía con su vida. Lo que sí nos llamaba la atención, y nos gustaba menos, era el continuo movimiento de personas que había en la casa. La idea que teníamos al principio de compartir casa con cinco personas, pasó a ser con… ¿13? ¿10? ¿15?, nunca nos quedó claro el número total de gente que estábamos allí. Pero a pesar de lo incómodo de ser tantísimos, la parte positiva es que conocimos a mucha gente y de todo tipo. Posiblemente en esos seis meses llegamos a conocer unas treinta y cinco personas, ya que muchos rotaban cada poco tiempo. La gran mayoría era gente muy maja, si bien es cierto que al principio les costaba entablar conversación, una vez que dábamos el primer paso se animaban y descubríamos gente muy agradable.
La casa en sí era una locura. No sólo por el continuo movimiento de inquilinos, sino porque como os podéis imaginar, viviendo como mínimo 12 bajo el mismo techo y sin nadie contratado para la limpieza, aquello no distaba mucho de algunos hoteles del viaje. Al principio todos los inquilinos picábamos y limpiábamos porque cuando se comparte casa es lo normal, un día uno y otro día otro. Hasta que te das cuenta que aquello es más una guest house que una casa compartida, entonces cambias el chip y dejas de limpiar todo para limpiar sólo lo tuyo. Lo que pasa cuando sucede esto, es que siempre existe la taza olvidada que no es de nadie. La limpias una vez, dos, tres y al final pasas. Y ahí se queda hasta que un buen día desaparece. Nosotros pensábamos que esas tazas las limpiaban caritativamente los propietarios, pero no… para nuestro horror descubrimos que esas tazas nunca se limpiaban, iban directas de nuevo a la balda de las tazas. Así que tuvimos que cambiar el chip nuevamente y decidimos lavar antes y después de usar los instrumentos de cocina, sin contemplaciones. Creo que esto creó un antes y un después en la casa, porque si al principio nos miraban todos como unos locos por limpiar los platos y cubiertos supuestamente limpios antes de comer, luego fue algo tan normal que el resto de inquilinos comenzaron a copiarlo, se convirtió en el ritual de la comida jejeje.
En esos seis meses aprendimos más cosas, fue un master de convivencia. Cuando llegamos a la casa, los propietarios amablemente nos enseñaron una balda de la cocina etiquetada como “FREE”, es decir, gratis y para el uso de todos. Ahí había sal, pimienta, mostaza y un montón de botes de diferentes cosas. Nos parecía todo un detalle que hubiese una balda donde los propietarios aportasen especias para cocinar. Bien, no era tan bonito… simplemente eran las cosas que otros huéspedes habían dejado al marcharse. No es que nos parezca mal usar productos que de otra forma van a acabar en la basura, pero ya que lo vas a poner como uso común por lo menos podías revisar las fechas de caducidad, sobre todo si en esos productos esta incluida ¡¡¡la mayonesa!!! Como el resto de la casa, caímos y cogimos los productos free, por suerte sólo la sal. Aunque con el tiempo se animó la cosa con otras cosas FREE. Nos ofrecieron una tele free y un aspirador free, que curiosamente días antes habíamos visto al lado de los cubos de basura de la calle. Educadamente rechazamos todas esas ofertas, bastante con lidiar con las cucarachas que vivían en la cocina XD
Creo que no fue hasta el tercer o cuarto mes cuando realmente entendimos que estábamos viviendo con un grupo de cienciólogos. En el fondo estamos a nuestras cosas, que si el inglés, el trabajo, etc. Así que lo del resto nos daba más o menos igual, o como mucho compartíamos un café con gente que nos caía bien, lo normal. Pero entre medias había alguna señal como revistas de la cienciología en la mesa de la cocina, DVDs, y que cuando hablaban de la iglesia no era de la iglesia que conocemos nosotros. Pero aún así tampoco prestábamos mucha atención, lo único que sabíamos es que esa era la religión en la que está Tom Cruise, no indagamos más, nos daba bastante lo mismo, cada cual que rece a lo que quiera. Lo único que sabíamos es que la gente venía de todas las partes del mundo para hacer cursos, un montón de cursos. Pero un día llegaron los dueños con una inquilina que traía una tarta, y pregunté qué estaban celebrando. El silencio fue sepulcral, tardaron unos segundos en reaccionar pero finalmente se animaron y nos contaron de qué se trataba. Entre el inglés y lo abstracto de la explicación no lo entendimos muy bien pero para ellos era importante, así que aceptamos el trozo de tarta que nos ofrecieron (el más pequeño que vimos porque como cada invitación podía ser free) y disfrutamos un rato de su compañía. Ese mismo día recurrimos a Google para saber realmente qué es eso de la cienciología, y nos empezaron a cuadrar muchas cosas.
Para aquellos que no sepáis lo que es ser cienciólogo, dejamos un extracto que lo resume: “Hace 75 millones de años un soberano galáctico llamado Xenu confinó en la Tierra a los ‘thétanos’, malvados espíritus que hasta nuestros días infectan las psiqués de los hombres, causando males que sólo pueden curarse con mucho dinero y sesiones de ‘clarificación’. Su fundador, Ron Hubbard, fue un escritor de ciencia ficción que nació en Nebraska en 1911”. Es una organización que fundó un cineasta de ciencia ficción a mediados del siglo pasado y cada vez tiene más adeptos. Por supuesto es una organización muy cerrada, y cuyos seguidores intentan relacionarse muy poco con gente que no sea de la iglesia, de ahí que muchos tardasen en relacionarse con nosotros. Pero ahí estábamos nosotros ‘los de la moto’ :D Con el tiempo conseguimos una convivencia más o menos normal, o si no normal, por lo menos respetuosa. Seguramente al igual que nosotros alucinábamos con algunos comportamientos extraños, ellos con sus cenas vegetarianas alucinaban con nuestros chuletones de medio kilo que tras un año de viaje era el manjar más suculento del mundo.
Así que en resumen, sus rarezas y nuestras rarezas convivieron muy bien hasta que llegó un inquilino que parecía un poco raro… vale, nos acojonaba. Pero es que entre su cara de mala leche y preguntas como “¿cuánto ganas?” o “¿eres cristiano?”, pues le hacían parecer como mínimo poco simpático. Cuando vimos que comenzaba a obsesionarse un poco con nosotros, combinado con la plaga de cucarachas, los platos sucios del resto, los baños que llevaban varios años sin limpiarse, los horarios cienciólogos y varias otras cosas, decidimos que era hora de independizarnos, así que aquí estamos en nuestro estudio de 20 m2 con nuestra plaga de arañas, pero eso lo contaremos en el futuro.
La verdad es que nos hemos reído mucho en esa casa, muchísimo. Aún a día de hoy disfrutamos recordando muchas de las historias. Una experiencia curiosa, que si bien no recomendaríamos, sí que forma parte del viaje e incluso le terminamos cogiendo cariño a la casa y la gente.